La sanjuanina referente del beach volley argentino habló en Ojo Deportivo sobre su recorrido, el desarrollo de la disciplina en la provincia y el país, su vínculo con Ana Gallay y el futuro del deporte.
En una charla íntima y con tono reflexivo, Fernanda Pereyra pasó por el programa Ojo Deportivo y compartió su mirada sobre la realidad del beach volley en San Juan y en Argentina. La olímpica sanjuanina, que formó una dupla histórica junto a Ana Gallay, profundizó sobre los desafíos de la disciplina, su rol actual como formadora y el camino que la llevó a representar al país en los torneos más importantes del mundo.
“Hoy el beach volley tiene más chances de clasificar a los Juegos Olímpicos que el vóley de piso”, dijo sin rodeos, dejando en claro que es un deporte que necesita más apoyo institucional. También repasó cómo fue su paso del indoor a la arena, los inicios con torneos amateurs en San Juan, el salto a la Selección, y el cierre de ciclo con emoción tras los Juegos Panamericanos. Una entrevista donde no faltaron anécdotas, risas y una fuerte apuesta al desarrollo de la base.
¿Creés que podrías ser una impulsora del beach volley en San Juan?
Me encantaría que esté en mis manos, pero creo que tiene que haber una bajada desde lo federativo. Hoy hay más chances de clasificar a un Juego Olímpico desde el beach volley que desde el vóley femenino de piso. Sería clave que se empiece a desarrollar en menores, que se armen ligas, aunque sea con un torneo al mes por equipos, como pasa en Estados Unidos o Chile. Hoy no hay estructura ni motivación para los chicos.
En San Juan tenemos el cajón de arena más grande del país, en el CEF, pero no hay quien entrene chicos ni enseñe. Y a nivel nacional pasa lo mismo: no hay desarrollo de base. Cuando yo jugaba, no sabíamos ni las reglas. Hoy el deporte necesita otra estructura. Una liga nacional de menores sería fundamental.
¿Qué tiene de especial el beach volley como disciplina?
Es muy vistoso, tiene una imagen fuerte para redes y eso vende. Pero también necesita apoyo. Hoy todo lo que hacemos lo generamos nosotras: buscar sponsors, armar campus, conseguir equipamiento. Se necesita que el privado acompañe, pero con beneficios claros también. Porque si no, todo queda en manos de los que juegan.
¿Cómo fue tu paso del indoor al beach volley?
Siempre jugué vóley de piso y en verano jugaba beach por fanatismo. En San Juan se armaban torneos y el premio era clasificar a los Juegos Argentinos de Playa. Un año, con mi amiga de toda la vida ganamos y viajamos. Después conocí a Ana Gallay, que buscaba dupla, me invitó a probarme en Mar del Plata con la Selección y ahí empezó todo.
¿Qué sentiste al llegar a entrenar con la Selección?
Llegué sin entrenar nada, estaba muerta físicamente. Primer entrenamiento me caigo en la red. Pero me probaron, gusté y me quedé. Fue durísimo el comienzo, entrenar en arena es otra cosa. No sabía que iba a jugar con Ana, y arrancamos así, de una. Nunca más paramos.
¿Cómo viviste el cierre con la Selección en los Panamericanos?
Sabía que era mi último torneo y quería despedirme con un podio. No se dio, pero estuvimos entre las cuatro mejores. Fue durísimo. La final Panamericana terminó siendo la final olímpica después. Ese último partido fue muy emotivo, sabíamos que cerrábamos una etapa.
¿Cómo fue tomar la decisión de dejar la Selección?
Ya venía con mucha carga mental. Viajábamos mucho, dormíamos en cualquier lado. Sentí que había cumplido un ciclo. Además, estar seis años con la misma compañera es fuerte. Con Ana nos queremos, pero también te desgasta. El cuerpo también me pedía parar. Fue una decisión personal, no del cuerpo técnico.
¿Tomaste dimensión de lo que lograron con Ana?
Creo que no del todo. Uno en el momento siempre quiere más, y no lo valora. Pero ahora, con el tiempo, te das cuenta de lo que logramos. Éramos la cara visible porque el entrenador ni puede estar en el banco. Pero detrás había un gran equipo. Hoy empiezo a valorar más lo que hicimos.